martes, 13 de julio de 2010

¡Nuevo embarazo, nuevas formas de vivirlo!

Sí, estoy de nuevo embarazada. Pero este embarazo he decidido llevarlo con menos preocupaciones.

Recuerdo que una de las pruebas de mi primer embarazo parecía salir alterada y nos llevamos un susto. Se quiere mucho a los hijos... Pero también después de tantos controles y tantas lecturas sobre el embarazo, una empieza a darse cuenta de por qué el diagnóstico prenatal también se llama cribado prenatal, de por qué interesa tanto que las anomalías cromosómicas se detecten precozmente... Y desde luego, a mi no me interesa para nada, ya que al final, cuando tenga a mi bebé en los brazos, empezaré a conocerle, con sus virtudes y sus defectos, con sus particularidades, con todo el amor que trae cada bebé.

Es por eso que esta vez he hablado con mi médico y le he dicho que no me interesa. En la ecografía de la semana 12 no le ha medido el pliegue nucal ni me he hecho las pruebas para la triple screening, no me interesa saber las probabilidades de que tenga síndrome de down u otras cromosopatías. Mucho menos la amniocentesis, prueba invasiva y con un 1% de probabilidades de perder al bebé.

Esta vez esperaré pacientemente, dejaré crecer el amor que llevo dentro, con paciencia, con cariño, con esperanza... Pruebas: las necesarias para detectar alguna enfermedad de tratamiento precoz. El resto me sobran.

No creo que la belleza esté en el exterior, ni me gusta el apelativo de "discapacitado", prefiero decir que tienen capacidades especiales, porque desde luego los "discapacitados" tienen muchas veces más capacidad de amar y de generar amor que los que no lo son. Son capaces de muchísimas cosas y, por supuesto, si algún hijo mio tuviera una cromosopatía, sería exactamente igual de deseado y amado que si no la tuviera.

Quiero inculcar a mis hijos que no me importa como sean, les quiero y les querré siempre desde el momento en el que soy consciente de su existencia. Que les querré sobre todas las cosas, aunque se rebelen, aunque se equivoquen, aunque obren mal... Que siempre tendré los brazos abiertos y una palabra de aliento para cuando quieran acogerse a mi regazo. Y por supuesto les querré independientemente de sus capacidades intelectuales o físicas. Sean como sean.

La maternidad me ha acercado más a Dios. De repente he mirado al cielo y he comprendido un poquito más a ese Dios padre, amoroso, comprensivo, siempre dispuesto a la redención y al perdón. He mirado al cielo y me he sobrecogido. Si un ser tan pequeño como yo puede sentir este amor desbordante, que no termina en mi sino que se derrama y me sobrepasa... ¿Cómo puede llegar a ser ese amor de Dios Padre? ¿Tanto me quiere? No doy a imaginar un amor así y sin embargo tengo la seguridad de que existe, de que me lleva tatuada en la palma de su mano, de que no olvida mis inquietudes de cada día y de que sigue mis pasos esperando a que gire mi cabeza testaruda y le de un abrazo envuelto en lágrimas, para lavar mis pecados y sentir esa alegria de Padre cuando sabe que su hijo es feliz, cuando lo mira orgulloso y se le ensancha el corazón...

He leido muchas veces esta frase: "Cada niño que viene al mundo nos dice: Dios aún espera del hombre". Cada niño que Dios me envía, me dice que Dios todavía tiene mucho amor que sacar de mi, mucho trabajo por hacer...

Gracias Señor por estos regalos, que sí, cuestan algo de dinero (no mucho), una pizca de insonmio y de cansancio (no más que un fin de semana adolescente), y mucha dedicación, pero que realmente me acercan al Amor y la Verdad, a la donación de mi misma, al deseo de ser mejor madre, mejor esposa, mejor amiga, mejor persona, mejor ciudadana, mejor cristiana...

Gracias por guiarme con tu mano amorosa hacia la Felicidad.