lunes, 5 de abril de 2010

Estoy como unas Pascuas

Gracias, Señor, una vez más por deterner tu camino para mirarme a los ojos y tenderme la mano.

Cada vez que el peso de la vida va encorvando mi espalda, ahí estás Tú para enseñarme lo que es realmente la Vida, para despojarme de esos trastos con que cargo, que hacen mi paso lento y mi andar fatigado, para aliviarme de mis rencores, de mis miedos, de mis inseguridades, de mis angustias, de mis frustraciones, de mis soledades, de mis indiferencias, de mis materialismos...

El que es capaz de convertir la muerte en Vida, también transforma el dolor en perdón, el cansancio en amor, el miedo en esperanza.

De nuevo me dice: ¡Abre las ventanas que toca limpieza de primavera! Abre tu ser a la primavera del alma, céntrate en buscar el Sol con todas tus fuerzas, y Él hará que, como las flores que se abren, puedas inundar el mundo con el perfume que te ha sido regalado. No temas al mañana, no temas hacerte con ello vulnerable. Piensa que las flores arrancadas suelen ir a parar a los jarrones más hermosos de la casa del Padre.

Y hablando de propósitos más simples y concretos, Señor, ayúdame a mantener mi compromiso con todos a los que pueda ayudar, ayúdame a inundarme del mismo amor y felicidad cuando hago las tareas de la casa que cuando hago el bien a otros, porque Tú, que ves en lo escondido, sabes que no es lo mismo ayudar públicamente un día y sentirse reconocido y amado, que vivir arrodillada en el anonimato. Ayúdame a orar constantemente, a encontrarme contigo entre los pucheros, en lo sencillo, en lo desagradecido de la vida diaria.

Ayúdame también a mirar a los ojos al nigeriano que me vende los kleenex en el semáforo, a olvidar las prisas por un momento para ofrecerle siempre una sonrisa y preguntarle cómo está hoy, a darle un apretón de manos a la rumana de manos mugrientas que pide en la puerta del Dia, o a tocar con amor las manos del heroinómano al darle unas míseras monedas. Haz que vea la belleza de tu amor siempre y en toda ocasión.

Ayúdame a poner atención y cuidado cuando te escucho y te recibo en la eucaristía, haz que nunca deje de tener presente el Misterio. Ayúdame a tratarte con mimo, como hubiera hecho cuando eras un niño recién nacido, y que nunca deje de sentir esas ganas irrefrenables de caer rendida a tus pies cuando te veo hecho Pan para mi, cuando te veo repartiéndome el pan a mi, una de tus elegidas, en ese banquete que se prolonga hacia la eternidad.

Ayúdame por último a poner atención a todo lo que me rodea, a no ir tan ensimismada que no me percate de que una compañera tiene un mal día, que no olvide compartir sus tristezas y alegrías, que no desoiga sus intereses aunque no sean iguales a los míos, porque no son sus intereses lo que me alegran el día, sino escuchar sus anécdotas y compartir con ellas esos momentos tan personales.

... sé que te pido mucho, pero Tú lo puedes todo. Gracias de antemano, porque sé que tú siempre me escuchas.


Traducción: "Yo nunca estoy fuera de cobertura.
Dios"

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